vendredi 15 novembre 2019 par Claude Worms
David Lagos : "Hodierno" - un CD, autoproducción, 2019.
"Cada sonido está ahí por algo, es casi un cuadro, más que un disco, es como si cada frecuencia hubiera sido trazada con un pincel." (Daniel Muñoz)
Firmada por Elena Ferrándiz, la ilustración que recibe al oyente es una introducción ideal a la escucha de "Hodierno", y resume magníficamente su objeto. Ya se trate de una coincidencia o de una alusión voluntaria, su sobria elegancia en blanco y negro remite indudablemente al "Pablo de Málaga" de Enrique Morente. No recordamos haber escuchado desde entonces una obra que se inscriba en esa misma estética con tanto acierto. En esta crónica, así pues, no podremos evitar volver sobre ella reiteradamente, lo que naturalmente no implica imitación alguna por parte de los maestros de obras del disco, David Lagos (voz) y Daniel Muñoz "Artomático" (música electrónica y batería), que asimilan su espíritu, pero se cuidan muy mucho de pegarse a la letra. De unas raíces inextricables emergen dos manos que se elevan hacia el cielo, o más bien hacia un presente de rico porvenir ("Hodierno") - la metáfora del árbol-manos convendría también para "The Overstory", novela de Richard Powers de lectura absolutamente absorbente. Las manos de un cantaor atemporal componen un gesto de ofrenda que acompaña los gestos musicales de la voz : el cante es fundamentalmente un "stile reppresentativo a lo flamenco". Sin forzar la analogía, se podría apreciar una retórica de representaciones de afecto, similar a la que se codificó en los albores de la "Opera seria" para los gestos y las entonaciones de los actores, los giros melódicos (y su interpretación y ornamentación), los giros armónicos, etc. De ahí el uso del “marcaje” del cante por bailaores y bailaoras. "Hodierno" es, pues, una obra concebida según un "stile rappresentativo a lo flamenco contemporáneo".
Hemos dicho una obra, y no una selección más o menos arbitraria de cantes : es evidente que los músicos han pensado el disco como un todo coherente, y han puesto gran esmero en las transiciones de una pieza a otra, lo que difícilmente sorprenderá a los afortunados compradores del anterior disco de Daniel Muñoz, "ElectroFlamenco" (2015). El rebrotar del “cierre por tangos” de la mariana ("Vivo a mi manera" - corte 7) como introducción de los tangos del corte 8 ("Repuñeteras") es la prueba más visible, pero dista mucho de ser la única. Por lo tanto, será bueno escuchar el disco de principio a fin... y escucharlo muchas veces, pues cada nota, cada coloración sonora, cada deconstrucción/reconstrucción rítmica, cada inflexión vocal, cada línea de guitarra (Alfredo Lagos) y cada contracanto de saxofón (Juan M. Jiménez) han sido sopesados minuciosamente. Desde su presentación en concierto en la Bienal de Flamenco de Sevilla (2018), "Hodierno" ha sido pulido pacientemente en el escenario antes de ser objeto de una grabación, definitiva en todo el sentido de la palabra, para rastrear implacablemente todo efecto arbitrario. Las fotos del trabajo en el estudio (Daniel M. Pantiga) y en los ensayos (Silvia Calado) dan un elocuente testimonio de esta prolongada gestación. La electrónica y la informática musical ofrecen innumerables recursos sonoros a los que es fácil y tentador ceder : la mesura y la pertinencia con que los utiliza Daniel Muñoz son la marca de un gran compositor. Daniel Muñoz firma también la producción y la mezcla de una grabación realizada en su propio estudio- laboratorio, lo que garantiza la coherencia absoluta del proyecto.
El "stile rappresentativo" presupone, evidentemente, una juiciosa elección de textos preñados de contenido emocional, todos presentados en el folleto. La mayoría son montajes de letras tradicionales y poemas originales ; estos últimos, debidos principalmente a la pluma de Antonio García Barbeito - pero también a las de David Lagos, Alfredo Lagos y Daniel Muñoz - alteran o realzan sutilmente las primeras.
Comencemos pues, por el capítulo primero, el "Romance de la monja (que no quiso serlo)". Es la historia de una joven enclaustrada contra su voluntad, contada en primera persona y encarnada en la voz de David Lagos. Esta voz se ve trabada por un ostinato rítmico, y literalmente sofocada al sostenerla hasta el límite entre los agudos y los graves más extremos. A lo largo del crescendo que ocupa la mayor parte de la pieza, la textura cada vez más ceñida de los ritmos de percusión demultiplicados y de los arpegios de guitarra anuncia la inminente amenaza de la prisión a la que está destinada la narradora. Solo los contracantos nostálgicos del saxofón podrían suscitar alguna esperanza. El contraste entre el arreglo opresivo y la libertad vocal de David Lagos es conmovedor. Los melismas son otros tantos intentos de huir. Al principio de la segunda estrofa, David cita al templarse el ayeo interno de la petenera de Pastora Pavón y anuncia la consiguiente subversión del modelo tradicional, efectivamente transformado en el de la petenera. Esta última tentativa de evasión aborta en un emocionante ascenso vocal prolongado, seguido de un opresivo silencio que anuncia el desenlace inevitable. El final del relato vuelve ineluctablemente al modelo melódico tradicional, grabado en negro a punta seca por la voz, sobre un cuasi silencio blanco helador, apenas iluminado por algunos esbozos de arpegios de guitarra ; el saxofón es cada vez más diáfano y lejano. No se podrían “representar” mejor los tres últimos versos : "Me vistieron de picote / y aquellas monjas decían / pobre de esa inocente".
Habremos entendido que un proyecto de este tipo presupone un cantaor-músico dotado de una técnica vocal y una sensibilidad artística excepcionales. David Lagos ya había dado prueba de ello con su anterior disco ("Mi retoque al cante jerezano", 2014), pero el contexto al que se enfrenta ahora le ha hecho sin duda a superarse a sí mismo. Alfredo Lagos era evidentemente el guitarrista ideal, no solo por conocer perfectamente el estilo de su hermano, sino también por su polivalencia : es tan experto en recrear el toque tradicional de un Manolo de Huelva (véase más adelante) como en dar la réplica exacta a Enrique Morente ("Morente sueña la Alhambra", 2005). Era lo mínimo para hacer frente a una composición tan ambiciosa como "Hodierno" (tema 2), que confronta a uno de los grandes compositores-intérpretes de malagueñas, Antonio Chacón, con sus "raíces" populares. La muerte acecha en los tres textos de la obra, bajo diferentes aspectos perfectamente representados por la música : consoladora ("A qué tanto me consientes...") ; toque de esperanza ("Del convento las campanas...") ; antítesis de la vida, para mejor apreciar su sabor ("Se me apareció la muerte..."). El primer cante está interpretado como mandan los cánones, con una conducción de la voz y una duración del soplo impresionantes. Las respuestas de Alfredo Lagos dejan traslucirse el antiguo ritmo "abandolao" de las malagueñas, no sin algunas puntuaciones de percusión ligeramente amenazadoras en un segundo plano, que anuncian lo que vendrá. El segundo cante está acompañado con el ostinato melódico tradicional de las malagueñas de baile de mediados del siglo XIX (en la versión de Ernesto Lecuona, universalmente conocida) o de los verdiales en la actualidad, cuya armonía estática contrasta sabrosamente con la secuencia armónica del cante (a costa de algunas modificaciones de las desinencias de los tercios). La abrupta irrupción de la percusión martillea con violencia el ritmo ternario "abandolao" para un tercer cante insólito, una adaptación de la letra de la malagueña de Chacón (o del Gayarrito, no se sabe) "Se me apareció la muerte..." al modelo melódico de una malagueña de Juan Breva ("En Alcalá hay una fiesta...") : crescendo terrorífico y “ruidista” que evoca el pandemonio pagano de los "revezos" (o "fiestas de verdiales") que culmina en un grito-glissando ascendente que proviene directamente del "Guern-Irak" de Morente - sobre una repetición de los versos "Se me apareció la muerte / cuando pensé de olvidarte". Como en el romance precedente, sigue al clímax un epílogo que cada uno interpretará según su propia intuición (tranquilizador o desesperanzado, según) : un dúo cristalino tradicional cantaor/guitarrista, que nos reserva, no obstante, una última sorpresa : después de los primeros tercios conformes a la composición tradicional de Chacón/Gayarrito, un ¡ay ! intermedio nos desvía hacia el modelo melódico de la malagueña del Mellizo, que concluye la pieza - o cómo demostrar, a través de la evidencia experta del cante, la proximidad musical de los dos padres de la malagueña "moderna". "Hodierno" (la pieza, pero también el disco) es, entre otras cosas, una metáfora de la historia del cante, de la creación milagrosa de un repertorio culto a través de un mestizaje de fuentes populares y de ingeniosas combinaciones de cantes preexistentes.
Las herramientas electrónicas también se pueden utilizar como máquinas para volver atrás en el tiempo. La caña ("El que no tiene dinero") se abre con un anuncio y un tratamiento sonoro vintage que nos recuerda los viejos tiempos de los cilindros y del Mochuelo : "Caña cantada por David Lagos, y a la guitarra Alfredo Lagos ¡Olé ! ¡Olé !¡Olé los hermanos Lagos ! ". Sobre la estructura canónica en tres cantes fijada definitivamente por Pepe el de la Matrona, y a dúo canto/guitarra estricto, David Lagos se acuerda de que la caña fue uno de los dominios de experimentación preferidos de Enrique Morente. Por lo tanto, también él se permite paráfrasis personales del tradicional "ayeo", así como una magnífica transición sobre el soplo hacia el cante de cierre - a modo de coda evanescente, sin que la última tenga nada que envidiarle. El acompañamiento de Alfredo Lagos es paradigmático del estilo, ya que no mezcla la caña y la soleá y, para los interludios, se adhiere estrictamente al esquema del ritornello (el paseo) característico del ADN del palo. Los dos músicos evocan brillantemente el dúo Enrique Morente.... / Manolo de Huelva de "El pequeño reloj" (2003).
Las alegrías para voz y percusión ("Me lo dijeron") provienen de raíces "bailaoras". Esporádicas de entrada, las percusiones se van adensando imperceptiblemente, entrelazándose y multiplicándose, sin duda como resultado de un riguroso análisis de las figuras rítmicas de los zapateados del baile. El cantaor, de nuevo ligando los tercios sobre el soplo, parece deslizarse por esta malla telúrica. Se recupera la voz en superposiciones sabiamente escalonadas, que generan a la vez polifonías melódicas y una disección del compás análoga a la que ejecutan las percusiones. La repetición de la copla "El agua no la aminoro..." es un nuevo homenaje a Enrique Morente, que la apreciaba particularmente. Tras una primera versión conforme (más o menos...) al modelo melódico tradicional, David Lagos concluye la pieza con una paráfrasis próxima a la manera de Morente. Las percusiones se difuminan entonces, mientras algunos zumbidos y estridencias lacerantes nos preparan para lo que se avecina : livianas (la segunda, con algunos préstamos subliminales tomados de una siguiriya del Loco Mateo) y siguiriya de Diego el Lebrijano. Se trata de sacarle todo el partido dramático posible a la liviana, un estilo considerado “ligero” desde que Antonio Mairena lo utilizara como cante de preparación. La pieza se divide en dos partes asimétricas (tres cantes y luego uno), cuya sucesión subraya la reiteración de un dúo límpido entre la percusión, firmemente anclada al compás, y una guitarra-escalpelo "a cuerda pelá" (preludio, interludio y coda). La primera parte se trata en un crescendo comparable al de las malagueñas. E inversamente, la siguiriya de Diego el Lebrijano es de entrada un bloque de energía en bruto, con el cante retomado sistemáticamente como por un eco por el "cante" de las máquinas en el agudo más extremo, con gritos fantasmales al principio, y luego tan vehementes que amenaza con ocultar la voz del cantaor : el final de las alegrías ya nos lo había advertido.
Daniel Muñoz sabe cómo pasar a un plano más discreto cuando es necesario. Este es el caso de la mayor parte del tríptico "Si pudiera", de estructura A/B/A’, para voz, guitarra y saxofón. La parte A es una especie de cantiña original (comienza en tono menor y prosigue con una modulación al modo flamenco homónimo - aquí La menor y modo flamenco en La , "por medio" , cejilla al VII traste) -, introducida por las gráciles volutas melódicas de Juan Jiménez, en las que luego se engarza, sobre arpegios de guitarra. La sección B consta de dos soleares de Triana. Después de un magnífico interludio guitarra/saxofón, el cante parece responder a las apremiantes llamadas del saxofón en la segunda soleá, al estilo Cobitos a través de Morente. Las respuestas y la armonización de Alfredo Lagos deberían analizarse y enseñarse en todos los cursos de acompañamiento. La repetición con variaciones de A deslíe el material sonoro en un clima de recogimiento.
La mariana ("Vivo a mi manera") es un ejercicio estilístico gratísimo : el fraseo vocal (acentuaciones y cesuras abruptas) interactúa con el acompañamiento por zambra a dos guitarras (el toque de Caracafé aporta la dosis extra de rugosidad necesaria para la pieza), imperturbablemente binario. El sonido de las cuerdas, voluntariamente metálico, evoca el de las guitarras fabricadas con lo que hubiera a mano o que se compraban para la feria por cuatro perras (o se hacían con cajas o de cartón) y se tiraban en cuanto se acababa ; recordemos que, según una leyenda tenaz, "Mariana" era el nombre que le había puesto a una osa un domador que la enseñaba en las ferias. Metida por tangos, una copla que suele hacerse por soleá ("Desde que murió mi madre / los trapitos del cuerpecito mío / no encuentro quién me los lave") hace las veces de transición hacia el remate tradicional de las marianas, que a su vez lanza los tangos del corte siguiente sobre un riff de saxofón. "Repuñeteras" es un deslumbrante alarde rítmico de los cuatro músicos, enriquecido por el contrabajo de Antonio Corrales, que aporta además a la mariana una bienvenida profundidad de campo. David Lagos nos brinda una serie de deconstrucciones/reconstrucciones del compás (y de las letras) mediante la colocación reelaborada permanentemente de un texto reducido al mínimo : repetición con variaciones de los dos primeros tercios del remate de la mariana ("Salga la luna / la luna y el sol") / la letra íntegra pero modificada de un tango popularizado por Pastora Pavón ("Debajito del puente sonaba el agua...") / desarrollo completo del remate de la mariana / repetición con variacions de los dos últimos tercios del tango de Pastora ("Eran las lavanderas, qué repuñeteras / cómo lavaban"). A Antonio el Chaqueta sin duda le habría entusiasmado el conjunto, tanto más porque los tres instrumentistas no se hacen de rogar para aportar lo suyo, sin olvidar algunas células melódicas repetitivas, también sujetas a articulaciones diversas, que recuerdan sutilmente el acompañamiento de la mariana precedente.
"Miedo, miedo, nos vienen vendiendo miedo, y compramos mucho miedo" : sobre un texto lapidario pero que incita a la reflexión, el disco se cierra con la voz de David Lagos a capella : un pregón iniciado según el modelo de Macandé cuyo desarrollo revela algunos giros melódicos de trillas y tonás.
"Hodierno" es una de las pocas obras discográficas de música flamenca que cuentan historias y hacen historia.
Claude Worms
Traducción : Jesús Iglesias
Galería sonora :
"Hodierno" (malagueñas) : David Lagos (cante), Daniel Muñoz (música electrónica), Alfredo Lagos (guitarra), Juan Jiménez (saxofón).
Site réalisé avec SPIP 4.3.2 + ALTERNATIVES
Mesure d'audience ROI statistique webanalytics par