Bienal de Flamenco de Sevilla: últimos espectáculos

Martes 30 de septiembre de 2008 por Manuela Papino

Actualizamos diariamente este artículo con las últimas reseñas que nos manda nuestra corresponsal, Manuela Papino (véase al final).

EL DÍA 27 DE SEPTIEMBRE: “YO TUVE EL CORAZÓN CAPAZ DE LLUVIA”

La luz del día acompañó a los que vivían el dolor de la muerte del maestro Mario Maya, en la capilla ardiente del Ayuntamiento de Sevilla. Belén y su familia, de sangre y de corazón, siguieron velando, mientras otros volvían a la realidad de la Bienal, con el recital de Mayte Martín en el Lope de Vega.

“Cuando llega la noche” fue el primer título de este homenaje al poeta malagueño Manuel Alcántara para la Bienal de Málaga de 2007. El recital llegó a Sevilla titulado “al cantar a Manuel”. Después de un minuto de silencio, iniciativa de la organización de la Bienal, antes de que se abriera el telón, entraron Mayte y sus músicos: José Luis Montón a la guitarra, Guillermo Prats al contrabajo, Olvido Lanza al violín y Chico Fargas a la percusión. Mayte lo dejó claro: “le doy la gracia al público por agotar las entradas sin saber lo que va a ver. No voy a cantar flamenco esta noche.”

Acompañándose a la guitarra durante toda la actuación, Mayte comentó los poemas, explicando como compuso la música de cada uno, en unos climas musicales distintos. El proyecto se enriqueció de tres temas más, “porque el proyecto siguió creciendo después”, explicó la cantante. El mayor éxito se lo llevaron el Bolero “Yo tuve el corazón capaz de lluvia” y un Tango argentino, elección del público cuando, después de un bis caluroso, Mayte volvió con José Luis Montón y Guillermo Prats, bromeando: “Podemos repetir cualquier poema, o el espectáculo entero ¡hasta que todo el mundo lo conozca de memoria!Vosotros podéis elegir el que más os gusta, ¡es una forma de saber cual es el single de un disco!”. Dedicó el bis del Tango a José de la Tomasa, presente en la sala, y se despidió: “He sido muy feliz esta noche”. Fue como de costumbre un recital conmovedor, profundo, sincero, cuidado al máximo y que, a pesar de no llevar flamenco, encantó a todo el público. Los músicos excepcionales que acompañaron a Mayte, y el carisma de la cantaora, dieron un trabajo ejemplar que se colocó en cabeza de lista, al lado de los pocos artistas que se destacaron con evidencia del pelotón.

Manuela Papino

Foto: Luis Castilla


SON DE LA FRONTERA: “COMO SON, SON”.

El 28 de Septiembre, en el Teatro Central, actuaban los cinco de Son de la Frontera y su artista invitado David “el Galli”. De Morón de la Frontera, todos son seguidores de la escuela de Diego del Gastor. Bajo una apariencia muy tradicional, se esconde una serie de curiosidades que restituyen la originalidad del maestro de la guitarra. Raúl Rodríguez toca el “tres cubano”, especie de guitarra con tres series de dos cuerdas: consigue traer al flamenco las influencias de Cuba, de la India, de África,…, que interesaban tanto a Diego del Gastor. Moi de Morón, el cantaor, propone un cante conforme a la escuela clásica de los pueblos, acompañado por Paco de Amparo, que no se aleja del toque de su tío abuelo Diego. Pepe Torres, el bailaor, nieto de Joselero, se ilustra especialmente en su baile por Soleá, con una hechura antigua y elegante, y una técnica que remata al cante con fuerza y nitidez. Por fin, el “número” de Manuel Flores, gracioso y alegre, divierte tanto por la elección de las letras “Eres guapa pero vacía”, como por sus pataítas o su recuerdo del legendario pañuelo blanco de Morón: “tiro el pañuelo al suelo y lo vuelvo a recoger”.

Un grupo con personalidad propia, “como son, Son”, que no se olvidó de presentar el pésame por el maestro Mario Maya, antes de empezar el concierto.

Manuela Papino

Foto: Luis Castilla


“TÓRTOLA VALENCIA” : ISABEL BAYÓN

Isabel Bayón presentó su estreno el día 29 de septiembre en el Teatro Lope de Vega. Tórtola Valencia es una bailarina sevillana, hoy día muy desconocida, que “nunca bailó flamenco”, pero que tenía un baile “exótico, misterioso y, sobre todo, intuitivo y muy personal”. Su baile “era apasionado, seductor, y resultaba, especialmente para su época, voluptuoso y escandalosamente sensual”.

El momento fuerte del espectáculo fue cuando Isabel Bayón dejó el escenario a Matilde Corral… Invitó a Miguel Poveda al final del espectáculo, quiencantó por Soleá para la bailaora. Ver bailar a Matilde fue un privilegio único que se quedará en todas las memorias. Isabel Bayón se hizo discreta, muy emocionada por la presencia de la Maestra. Matilde concluyó haciendo volar su famoso mantón delante de un público llorando.

Manuela Papino

Foto: Luis Castilla


JOSE MERCÉ: “EN CONCIERTO”

El día 2 de octubre, en el Teatro Maestranza, el famoso cantaor jerezano no pudo ser más claro: “En concierto”, así se intitulaba su actuación en la Bienal de Sevilla. “Es un concierto tradicional” declaró, “no hay ningún tema de mi última grabación, tengo la gran suerte de ser una persona querida y se llenan los teatros,” así fue. “Tengo 53 años y estoy muy contento con mi carrera” añadió, “el que hace grande o chico el cante es el intérprete, vengo de una dinastía flamenca, hay que escuchar la base del cante para luego hacer lo que te apetezca.”

Para abrir el concierto, José Mercé, valiente, se presentó solo delante del público, cantando por Martinete. Acompañado por el “Morao” a la guitarra, cantó una Malagueña del Mellizo, una Soleá con la guitarra del hijo, Diego del Morao, siguió con una Siguiriya antes de invitar al escenario a su “gente del barrio de Santiago”. Dando una vuelta por Fandango, “Soy un águila real y mientras no me cae una pluma, no voy a dejar de cantar”, José Mercé y sus paisanos acabaron “por Fiesta”, con el bailecito antiguo de la “Currita”. Tradicional hasta el final, así fue su forma de “respetar la Bienal de flamenco”. Después de un primer bis por Bulería, dio al público lo que le pedía, cantando su “tradicional” “Aire”, dejando satisfecho a un público sevillano que venía a buscar “lo de siempre.”

Manuela Papino

Foto: Luis Castilla


JAVIER BARÓN: DOS VOCES PARA UN BAILE

El 3 de octubre en el Teatro Lope de Vega, Javier Barón celebraba el aniversario del Giraldillo del Baile que ganó en la bienal de Sevilla en 1988. Con “Dos voces para un baile”, presentado hace poco en Chaillot, volvió Javier Barón con un elenco nuevo: al cante José Valencia y Miguel Ortega, al toque Javier Patino y Ricardo Rivera y al baile / palmas Antonio Molina “El Choro” y Juan Diego. La novedad radicaba en la utilización de los dos jóvenes bailaores que desempeñaban el papel de

palmeros, para rematar de vez en cuando el baile de Javier Barón o el compás de los músicos. “Lo que lleva el espectáculo es el cante” declaró Javier Barón: las “dos voces” de unos de los mejores cantaores de atrás, Valencia y Ortega, acompañados delicadamente y pero con presencia por las guitarras de Rivera y Patino - “mi mano derecha”, añadió el bailaor. “Es un espectáculo muy didáctico” dijo, como un viaje por los palos, desde el Martinete a la Farruca, de los Tangos a las Alegrías, pasando por las Siguiriyas, las Soleares o las Bulerías. Sin ruptura, entran y salen los músicos, cantaores y bailaores, con discreción, girando alrededor de la figura de Javier Barón que impone su presencia de manera casi permanente en el escenario.

El tema se expone en tres partes, iniciándose cada una con la voz en off de Javier Barón, que cuenta, de forma breve y sencilla, como empezó a bailar, como descubrió los diferentes palos del cante y como llegó su madurez artística.

Para concluir, Javier Barón eligió la Soleá, desarrollando un baile largo y completo, que ilustró esa famosa madurez. El baile reflejó la tranquilidad después del largo viaje por todos los palos y la firma de una identidad clásica y sin embargo muy suya. Javier Barón se lució con un baile elegante y una presencia que llenó el escenario durante todo el espectáculo. Clavando el propósito con sencillez y eficacia, el espectáculo se acabó con dos voces para un baile, Ortega, Valencia y Javier Barón.

El bis repitió las Alegrías, quizás porque estaba todo el elenco en el escenario en este palo, y quizás también porque fue la alegría la que se reflejó en la cara del bailaor al final, al disfrutar de su triunfo en la Bienal 2008.

Manuela Papino

Foto: Luis Castilla


ÁRCANGEL: BUSCÁNDOSE ENTRE EL ALFA Y EL OMEGA.

El día 4 de octubre en el Teatro Lope de Vega, venía Arcángel a honrar con su presencia a la Bienal. Muchas veces maltratado por la crítica, parece que Arcángel se convirtió en el mejor alumno de la clase, de quien se espera tanto que nunca llega a satisfacer completamente. No es tampoco correcto emplear esa imagen, porque era, por cierto, un artista reconocido y querido al que recibió la Bienal de Sevilla en el prestigioso Lope de Vega.

Con un argumento claro “De dónde venimos, adónde vamos”, llegó el cantaor onubense con un elenco de gran calidad: Bobote, Eléctrico, Torrombo y los “Mellis” tocando las palmas, Agustín Diassera a la percusión y las dos grandes guitarras de Dani Méndez y Miguel Ángel Cortes.

Quizás hubiera tenido que centrarse en él, y empezar con su brillante cante por Fandango de Huelva que reservó para el bis, en vez de buscar en los misteriosos orígenes del flamenco, iniciando el espectáculo con un Pregón, estilo que no luce su voz aguda. Los vídeos sin sentido o una vez más llenos de estereotipos -desgradaciadamente muy de moda ese año en la Bienal –aplastaban al cantaor, impidiendo la concentración. Los palmeros no tuvieron la oportunidad de regalar sus famosos y esperados compases divertidos y las guitarras se llevaron el protagonismo, por lo menos en la primera mitad del espectáculo.

Sin embargo Arcángel tuvo unos momentos de cante brillante, sobre todo cuando viajó por los graves de su voz, que hicieron recordar a todos la ilusión que deja siempre. Desarrolló el propósito suyo en las letras por Fandango, esbozando la reflexión esperada “adónde vamos”. Fue una pena, porque la intención se quedó en un cante, solo en el escenario, con una grabación de orquesta, dejándonos en el “Dónde estamos”. La pregunta era muy interesante, pero esa noche, se quedó sin respuesta. Por el alfa sin principio y el omega sin final, así nos perdimos. La ovación llegó sin embargo después del bis por Fandango, que el público pidió “muy tradicional”. Cantando a capella delante del escenario, el onubense puso una vez más al público de pie con… el tradicional cante de su tierra.

Manuela Papino

Foto: Luis Castilla


CÁDIZ, JERÉZ, LEBRIJA, UTRERA, SEVILLA

El Teatro Maestranza presentaba “De la mar al fuego” el día 5 de octubre. El espectáculo que se estrenó en Francia en el Festival de Mont-de-Marsan, llegó a Sevilla sin mucho cambio, un poco más pulido sin embargo.

Las entradas y salidas de cada elenco se hicieron con más disciplina, y Tomasito en el papel de presentador, (que quizás no llevaba tanta ilusión como la primera vez a pesar de un público sevillano más receptivo) presentó a los dos protagonistas de cada cuadro, el cantaor principal y el bailaor, de forma muy “ordenada”. Cada cuadro tuvo esa vez el mismo “tratamiento”, nadie más que otro se llevó el protagonismo, sino por su actuación artística.

Desarrollando el color de cada lugar del Flamenco del Oeste, el espectáculo se alargó con el fin de fiesta espectacular que reúne a todos los artistas en el escenario. Animadas por Concha Vargas quien dedicó su actuación a Mario Maya, las mujeres presentes, Carmen Ledesma, Pepa de Benito, Inés Bacán (sustituyendo al Lebrijano), Mariana Cornejo y Milagro Mengibar, transformaron el ambiente cuadrado y disciplinado del espectáculo, en un fin de fiesta especialmente animado que contagió a todos los artistas presentes en el escenario. Se volvió a un flamenco espontáneo y divertido.

Manuela Papino

Foto: Luis Castlla


RAFAELA CARRASCO DISPARA CON FUERZA

En el Central, el día 6 de octubre, Rafaela Carrasco presentaba su nuevo espectáculo “Vamos al tiroteo”. Muy arriesgada por llevar una vez más a Lorca en el escenario, la noche fue sin duda plateada, sonando como en 1931 a través de una mirada contemporánea.

Enseguida, Rafaela Carrasco nos propulsó en el recuerdo, apareciendo como flashes, bailando vestida de plata, sobre el suelo con azulejos antiguos de la casa de Encarnación López, donde Lorca iba a visitarla. La puesta en escena, en blanco y negro, que dejaba imaginar una invitación en el salón antiguo en compañía de Lorca y la Argentinita, era depurada con unos detalles, originales, cuidados y muy refinados. Lo que soñamos anoche queríamos que fuera verdad.
La interpretación de las canciones populares por La Tremendita destacó con su lectura singular y un acompañamiento sobrio al piano, reflejaba el mismo color delicado que envolvía todo el espectáculo.

Sin embargo, lo más laudable y relevante de este espectáculo fue, sin duda, el gran trabajo coreográfico, que expresó con mucha finura y sutilidad, el tema de las letras de Lorca, sin dejar al azar ni un segundo de baile. No solamente Rafaela Carrasco no se refugia en el cante para llevar el discurso, sino que desarrolla el baile como un verdadero mundo imaginario, que abre una puerta a otras perspectivas. Sin red, ella remueve los códigos, bailando por ejemplo el cante de la “Nana de Sevilla” al fondo del escenario, como si fuera la evocación de un sueño lejano. Cada canción lleva un

concepto propio que da luz a un baile sincero, profundo, íntimo y sugerente. Masculina, sensual, valiente o discreta, la bailaora siempre lleva una presencia acertada. El movimiento se hace verdad, el movimiento es ella, y está siempre por encima de cualquier pregunta.

Los cuatro bailaores que la rodean, dan muestras de la misma exigencia en el trabajo coreográfico y técnico, sea en la Sevillana con bata de cola, en el bonito cuadro detrás de una cortina de flecos rojos, sea en el espectacular número final, en el que el elenco completo se hace seguidor del compás y de las luces. La banda sonora antigua llega al final como un verdadero homenaje a la Argentinita y a Lorca, clavando con éxito el trabajo excepcional de este espectáculo.

Rafaela Carrasco declaró que “Vivir el pasado desde el presente es hacer camino a lo que vendrá mañana”. Con “Vamos al tiroteo”, consiguió, por primera vez en un espectáculo de baile en la Bienal 2008, que el público, de pie por supuesto, le aplaudiera hasta que se bajara el telón.

Manuela Papino

Fotos: Luis Castilla


DIEGO AMADOR CUARTETO

Los cuatros músicos llenaron, con mucho aire, el escenario del Teatro Central, el 8 de octubre. Diego Amador al piano y al cante, Manuel de la Luz a la guitarra, Chechu Sierra al contrabajo e Israel Varela a la batería. Con fuerza y fluidez, con rabia y humildad, la música viajaba entre diversas influencias, como la del jazz, sin perder nunca la raíz flamenca. Redonda, potente y contrastada, la música llenó el escenario donde se podía imaginar a un egipciano tocando el piano, un lord inglés tocando el contrabajo, el niño bueno tocando la guitarra, en una de esas cuevas de jazz ahumadas de Harlem. Tocaron luego un Tango argentino que hacía pensar en una película antigua en blanco y negro, con un aire ligero y gracioso.

Llegó al escenario el verdadero hijo, Diego Amador Júnior al cajón, y Raimundo Amador, artista-sorpresa, con su legendaria guitarra, para acabar con una improvisación de grupo, creativa, referenciada por unos estándares de jazz, música clásica y mucho más. La batería del mejicano Israel Varela se reveló muy sorprendente, rica, atenta y original, acompañando a Diego Amador para el bis, en un dúo de pregunta-respuesta cómplice, del que gozamos como nunca.

Manuela Papino

Foto: Luis Castilla


ROCÍO MOLINA: DE LA NIÑA PRODIGIA SE ESPERABA MÁS TODAVÍA

Una de las citas más esperada de la Bienal 2008 era sin duda la del día 9 de octubre en el Lope de vega. Empezó el estreno de “Oro viejo”, el último espectáculo de Rocío Molina, con una “imagen” que firmaba el color tan peculiar de la bailaora: de pie encima de una silla disimulada en la oscuridad, bailaba Rocío, como relatando el tema de su espectáculo, proponiendo un

juego de planos muy impactante. “He tenido un reloj personal acelerado” declaró Rocío Molina, “con 24 años hice un balance. Me ha hecho parar, sentarme y observar. Son los mayores los que lo suelen hacer, yo me he comido el tiempo desde que tengo 7 años, y de esa reflexión viene el tema del espectáculo.”

El espectáculo está perfectamente cuidado, y la bailaora lo viste una vez más con arte y singularidad. Sin embargo, de Rocío Molina se esperaba todavía más.

Rocío Molina anunciaba: “un contraste fuerte entre Paco Cruz y Rafael Rodríguez “el Cabeza”, “un contraste fuerte entre Rozalén y yo “, “un contraste entre los años 30 y ahora”, y quizás no son más que detalles, pero al ritmo de la estructura global le faltaba ese contraste y tapaba el impacto general del espectáculo.

Sin embargo, de ella se puede esperar lo inesperado, y Rocío Molina se distingó muy claramente una vez más. Hizo una Guajira acompañada divinamente por “El Cabeza”, un verdadero esketch gracioso, delicado y raro “al estilo Molina”, (lección para todos los que, en esta Bienal, propusieron un trabajo pensando que la danza no bastaba en sí, para transmitir un discurso). Siguieron unos Tangos con sombrero de paja, que dejaron a todos boquiabiertos. Toda la primera parte llevaba un sentido del humor sutil y narrativo, reflejando el arte de Rocío Molina, tan reconocido ya, que el Director de la Bienal la presentó como “una figura” y “una referencia” que “nada más que con eso justifica su presencia en la Bienal”.

Por el número de creaciones, la concepción del guión y el diseño coreográfico, eso sin hablar de la bailaora que nos deja desde hace unos años ya sin palabra, Rocío Molina se impone, hoy día, como una gran artista completa: “una figura y una referencia”, sin duda alguna.

Manuela Papino

Foto: Luis Castilla


GALA DE CLAUSURA DE LA BIENAL DE SEVILLA:

EL MAESTRO ENRIQUE MORENTE EN EL MAESTRANZA

El día 11 de octubre, Enrique Morente tenía el honor y la gran responsabilidad de cerrar la Bienal 2008, después de un mes de espectáculos, sin interrupción. Cantaor “conceptual”, si Morente es uno de los artistas más importantes de hoy, por su búsqueda, sus revoluciones en el cante flamenco, sus actuaciones sin embargo, no se llevan siempre el aprecio unánime del público por la dificultad de escucha y de comprensión que entrañan. Quizás por eso hizo una primera parte muy tradicional, Alegrías, Soleá, Malagueña…, solo con Pepe Habichuela en el enorme escenario del Maestranza. Empezaron los recuerdos sacados de sus discos, por eso Morente tituló la Gala “Flashback”, “Eso es lo que hay” dijo en medio del concierto, “¡le he puesto ese título al paquete!”.

Al empezar la segunda parte, perdió una parte del público y es una pena porque dedicó el “Aleluya” de su disco “Omega” “al genial artista Mario Maya” dijo. La emoción fue grande, Enrique Morente se entregó en cada estribillo, con un dolor, un sentimiento, un grito, cada vez diferente. Fue un homenaje al pasado, y un himno al futuro.

El sonido era desesperadamente malo y no nos dejaba disfrutar plenamente del concierto: nos molestó a todos hasta el final, lo que resulta sorprendente en una sala como el Maestranza. Morente volvió y cantó sus Tangos “que se me va, que se me va”… y se fue. Una noche de Clausura sin mucha sorpresa, que sin embargo hubiera sido bien lograda sin esta confusión sonora por la técnica que desde luego falló asombrosamente más de una vez durante la Bienal.

Manuela Papino

Foto: Luis Castilla





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