Iberica Suite : "Lorca y La Argentinita"

dimanche 22 avril 2018 par Mario Herrero

Iberica Suite : "Lorca y La Argentinita" - Clamores Jazz Madrid, 18 de abril 2018.

Celia Domene (voz, castañuelas, zapateado) / Rubén Rebolleda (piano) / Peter Oteo (bajo) / Antonio Pastora (batería) / Mauro Álvaro (trompeta)

Conciertos y sesiones de música ecléctica en un íntimo club de jazz con mesas de mármol y paredes de espejo”, dice la descripción de Clamores Jazz Madrid, y eso es lo que acudimos a ver aquella noche, una música íntima y ecléctica, en la presentación del disco “Lorca y la Argentinita”, de Ibérica Suite.

Ibérica Suite es un grupo de flamenco-jazz compuesto de voz y baile, piano y batería (con bajo eléctrico y colaboración de trompeta en los directos, o en algunos de ellos). El trabajo “Lorca y la Argentinita” recoge las grabaciones de Lorca al piano con la voz de Encarnación López, La Argentinita, pero a través de arreglos confeccionados desde un punto de vista actual. Armonías y alteraciones de acordes más complejas, concepción del ritmo y la percusión más (según el momento una o la otra, o un poco de ambas) flamenca o jazzera, y esa mayor elaboración de los temas que permiten la instrumentalización, los conocimientos y las técnicas actuales, o simplemente el concepto de la música actual. El disco original de Lorca y la Argentinita original se basa en la repetición de melodías iguales con letras distintas (en lugar de la idea de estrofa-estribillo tan actual) ; esto hace que esa repetición continua, que para el pueblo de siglos anteriores era tan útil para memorizar canciones populares, para el público contemporáneo, sin embargo, pueda ser aburrida si no se trata bien. Sólo que Ibérica Suite la trata muy bien. Cada repetición va variando en los arreglos, en intensidad, acompañamiento, por cómo se va interpretando con la voz, etc.

Cabe añadir (aunque cualquiera que haya escuchado las grabaciones originales ya lo sabría) que en “Lorca y la Argentinita” no vamos a encontrarnos con el flamenco gitano, con los palos más viscerales o desgarradores, seguiriya, soleá por bulería, etc, ni el quejío de garganta y el soniquete tradicional. No es el flamenco de El Agujetas ni de la Fernanda y la Bernarda de Utrera. El flamenco que proponen tiene que ver, en cambio, con la rama del flamenco más cercana al folclore español, a la canción andaluza, a todo ese aire saetero y coplero. Como dice la misma Celia Domene, “el flamenco más zarzuelero” que se estilaba en la época y que iba con la voz lírica de La Argentinita.

Dicho esto, empieza el concierto. Ibérica Suite abre con la mítica petenera de “El Café de Chinitas”, que ellos titulan en su disco “Duelo en el Chinitas”. Lo primero que a uno le llama la atención es el piano, ese virtuoso, musical y exquisito piano, o mejor dicho pianista, Rubén Rebolleda, que se empeña en desviar los halagos a su toque extraordinario con comentarios simpáticos y genuinamente humildes, pero que le es imposible desviarlos todos, porque cuando aparecen músicos tan impresionantes como él lo notan los del oficio, lo notan los otros músicos, lo notan los que no saben y lo nota todo el mundo. Espectacular la cantidad de notas que puede llegar a meter improvisadamente, con una rapidez y una limpieza absolutas, pero que no dan sensación de que la música esté sobrecargada, porque las mete solamente cuando debe, y con tanta pulcritud, que no se nota que esté dando tantas, que no atiborra, y ese es el virtuosismo bueno, el virtuosismo en favor de la música, en favor de la obra en su conjunto y no sólo del que lo interpreta. Básicamente es como ese conductor que va a 150km/h y que vas de copiloto y que por lo bien que conduce no se percibe la velocidad, contra esos muchos conductores que a 130km/h les va temblando el coche, se nota cómo tiembla por la velocidad descontrolada y por la inseguridad del conductor.

Por otro lado, volviendo al instrumento y alejándonos del intérprete (que ya estará abrumado por los halagos), el piano es una buenísima elección. Permite combinar mucho mejor sonidos que te llevan al flamenco y sonidos que te llevan al jazz. La guitarra española, en cambio, no juega tan bien el papel de jazzera, ni puede llenar tanto el sonido con los arreglos, ese sonido recortado de la guitarra es más para lo puramente rítmico, o al menos esa es su naturaleza, aunque se pueda trabajar para sacarle otros partidos, su origen es otro. El piano tiene más facilidad natural para encajar con ese flamenco lorquiano, suena a zambra de Manolo Caracol, a disco de pizarra antiguo, a copla clásica. Fundamentales esas cadencias andaluzas y esos pasitos de una nota por la inmediatamente posterior para llegar a la inmediatamente anterior (especialmente si la posterior está un tono por encima y la anterior un semitono por debajo) como en un impulso nervioso, que algunos escriben con mordentes y otros con tresillos, pero que eso es lo de menos, lo importante es que esos sonidos con el piano te transportan, la música es una perfecta máquina del tiempo y del espacio y te lleva desde el minuto uno al Café de Chinitas y al resto de cafés cantantes del siglo XIX, a la música y la poesía de los pueblos andaluces que tanto fascinaba a Lorca, que quiso homenajear sus letras con aquellas creaciones.

Entra la voz de Celia Domene, esa voz íntima, cómplice, con esos registros bajos tan cálidos. Frente a la exuberancia implacable de La Argentinita, Celia Domene tiene un cante más emocional, más tierno, y juega más con él, cortándolo o colocándolo en puntos distintos del ritmo, llevándolo de forma diferente en función del avance de cada tema. “Duelo en el Chinitas” comienza con un arreglo bastante fiel al del original “Café de Chinitas”, y fiel en general a los arreglos sencillos y efectivos de Lorca, repitiendo la melodía de la voz con el piano, y con las castañuelas (de la propia Celia) arropando el ritmo limpiamente. Poco después, sin embargo, el piano se decanta por acordes con alteraciones distintas, que aportan otros sonidos, la batería de Antonio Pastora le lleva al terreno del swing, y de nuevo la máquina del tiempo y del espacio te transporta, y empieza el jazz. La improvisación, las notas sincopadas sin caer en el pulso, todo tan en el aire, menos más que está ahí Peter Oteo al bajo, ese bajo contundente que cae en la tierra con todos los pulsos firmes, tanto con notas claras que van a cada pulso, como con patrones melódicos que van llegando a donde llega tiene que caer la armonía, haciendo que todo coja peso para el público de forma inconsciente, como buen bajista, asentando, solidificando, estructurando en la sombra. La cosa se calienta con un redoble intencionado de batería, que inmediatamente después comienza, junto al piano, con un pulso marcial que recuerda a la ópera-rock de Queen, y que es sólo un ejemplo más del perfil, previamente rockero, después formado en la multidisciplinariedad, de Antonio Pastora.

Así es como los temas crecen y varían con todos al unísono en Ibérica Suite, y ése es para mí uno de sus puntos fuertes ; la vida que tiene cada uno de los temas, en la repetición de sus melodías sencillas, que van acomplejándose en arreglos, o creciendo en intensidad, o variando de velocidad o ritmo, pero todo con la sincronización de todos los miembros del grupo, una sincronización que indica a la vez mucha intuición y escucha por parte de todos, y a la vez muchos ensayos ; crescendos arrolladores, cortes simultáneos, diálogos entre zapateados, bailes y solos. Es esa mezcla de improvisación y montaje lo que lo hace, a la vez, tan profesional y medido, y, a la vez, tan vivo, tan caliente.

Otro punto de inflexión es la entrada del trompeta en (si no me equivoco de orden) el tercer tema. El caso es que entra en “La Nana del Galapaguito”. “Este Galapaguito no tiene mare, lo parió una gitana y lo echó a la calle”. Esas letritas que tanto fascinaban a Lorca... En fin, el caso es que el tema tiene un carácter intimista y emotivo, lentito y lindo, sutil, elegante. Le viene perfecto a la voz de Celia y le viene perfecto a la trompeta para ir comenzando con ese sonido limpio, claro y cristalino que tiene Mauro Álvaro, ese sonido que es como el agua, de la que puede brotar todo, hasta la vida inteligente, pero antes de que sepas todo lo que puede llegar a salir de ese agua, escuchas solamente su fluir esencial y puro, prístino, sin mancha.

Así pues, el trompeta empieza con su sonido acuático, probándose, templando. Comienza discreto, sin pretensiones, con gusto. El galapaguito nadando en el agua. Pronto se empieza a calentar la cosa (otra vez, pues es algo que ocurre a menudo en Ibérica Suite). El galapaguito se va creciendo en el agua, se va dando el gusto, va motivándose, y encima tiene al lado el fuego, que es Rubén Rebolleda, y (como también ocurre a menudo en Ibérica Suite) el uno escucha bien al otro y el otro al uno, y saben por dónde quieren ir, y allá va Rubén que le mete el tumbaíto con el piano, y con la máquina del tiempo y el espacio que es la música ahora nos vamos un poquito a Cuba, y la trompeta venga a meter notas altas, a sonar con la misma pureza, pero ahora con esa pegada confiada, disfrutándose a saco, sin reparos, y el bajo y la batería a envolverlos para que no salten en el vacío, y venga a jugar con la música, que para eso está, para crear esos momentos mágicos, y de repente entra Celia Domene, que hasta ese momento se estaba cambiando de vestido y ahora aparece con un traje rojo de flamenca, toma declaración de intenciones, bye bye Cuba, hola, flamenco, vamos con la “Fantasía de los Cuatro Muleros”, la trompeta es otra elección genial para convivir en ambos estilos, como el piano, porque puede sonar a jazz o a folclore lorquiano de manera natural en ambos casos, y se va adaptando, y todo parece tan feliz y sencillo, y se les ve a todos tan enamorados de su música, que tú no puedes hacer más que enamorarte también de ella.

Después Celia nos agita todavía más con el “Zorongo Gitano” metido por tangos, uno de mis favoritos, la letra es brutal, por cierto, y en este caso la música mucho más rítmica y poderosa, para mi gusto, que su original, y con otro de los elementos del grupo que más me impresionan, el baile-percusión (zapateado y castañuelas) de la propia Celia en los momentos en los que lo incorpora a la música, es un baile ideado precisamente para eso, para la música. Ya sería un avance (pues no se hace siempre en el baile flamenco) que el baile encajase visualmente con la música, pero ese es un avance que hemos visto más a menudo. En este caso el baile es directamente música, encaja sonoramente, es percusión. De hecho, esos taconeos se graban en los discos. Y ese baile dialoga con los solos de los instrumentistas, y crea una conexión verdaderamente espectacular. Este elemento es primordial en varios de los temas que suceden al zorongo, y que caminan en formatos más flamencos, que en los arreglos adaptan al socorrido 6/8 para poder desarrollar el flamenco en grupo instrumental, pero con Celia de por medio el 6/8 de vez en cuando va tomando giros verdaderamente flamencos, a los flamencos el cuerpo nos pide, desde luego, que caigan unos buenos cierres en las sevillanas, y que los rematitos de baile en el 6/8 se pasen al 3/4 por bulerías, y de hecho en algunas ocasiones Celia nos da ese gusto, especialmente en el “Anda Jaleo”, tan rítmico, tan marcado en el diálogo con los solos del resto, baile-batería, baile-bajo, el bajo dándole caña al slap, demostrando gran técnica y una calidad de sonido, venga ahí al slap, dándole zurriagazos con el pulgar a las cuerdas, comunicándose con las pataítas por bulerías de ella, la batería igual, todos van comunicándose, y esa es la especialidad, repito, de Ibérica Suite, la comunicación de sus músicos en temas tan bien organizados pero a la vez tan vivos, tan flamencos y tan jazzísticos, tan folclóricos y tan complejos.

Una fusión bien elaborada, que no es simplemente una suma de elementos separados, ni de músicos separados, sino que combina el conocimiento y la experiencia con la espontaneidad y el juego. Y el resultado es un espectáculo maravilloso.

Mario Herrero, 21 de abril de 2018

Fotos : Ferdi Pérez





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